jueves, 11 de julio de 2013

San Benito






San Benito 

(480 - 540 D.C)

Su biografía


     San Benito nació en una pequeña ciudad de los montes Sabinos, a 110 km al norte de Roma, llamada Nursia (Italia central), hacia el año 480. Sus padres eran cristianos, de buena posición económica, lo que permitió que pudiera estudiar. Benito tenía una hermana, Escolástica, que fue consagrada a Dios desde su infancia.
     Benito inició sus estudios literarios en Roma, alrededor de los 20 años de edad, acompañado por una nodriza llamada Cirila. El proyecto era que cursara estudios superiores de retórica y derecho, los que le darían acceso a la carrera de las magistraturas civiles, pudiendo formar parte luego de la élite social, así el futuro del joven estaría asegurado.
San Benito
     En Roma, que deslumbraba por las construcciones majestuosas, monumentos, con una gran prosperidad, percibe Benito la enorme carencia de valores, una gran corrupción moral y religiosa del ambiente estudiantil. Esto lo lleva a decidir abandonar su carrera, su casa paterna y sus bienes para buscar -como dice San Gregorio - “deseando agradar a Dios”. Comenzará así su búsqueda espiritual.
     Se establece primero en un pueblo sencillo llamado Effide, distante unos 50 km de Roma. Allí vivirá en una casa, acompañado de su nodriza. En una oportunidad ésta pidió una criba y por un descuido se le cae y se rompe. Benito ve la angustia de la mujer por este hecho, al ser la criba ajena. Se pone a rezar y la criba queda unida, como si no hubiera pasado nada. Éste hecho hizo que pusieran todos la mirada sobre el joven, considerándolo como santo y con poderes especiales.
     Nuevamente, este acontecimiento hace que Benito tome una nueva decisión. Deja a escondidas a su nodriza y se va a la soledad. Elige para ello una cueva casi inaccesible en las cercanías de Subiaco, a unos 80 kms. de Roma. Había conocido en este trayecto a un monje, Román, quién le entrega el hábito monástico, como signo distintivo de su búsqueda de Dios como monje. El hacerse monje, por una vieja tradición, no es por iniciativa propia, sino que es necesario recibirlo. En la cueva vivió tres años de oración, penitencia, ayudado por el monje Román, quien le llevaba el alimento necesario y lo acompañaba en aprender su nueva forma de vida: eremítica.
     Este inicio en el desierto, en la soledad, lo purificó interiormente, fortaleciéndolo en su espíritu y preparándolo para que pudiera ser guía y formador de sus discípulos.
     En la zona se corre la noticia de su vida solitaria, austera, entregado totalmente a Dios. Esto atrajo a otros a querer vivir como él en la soledad, convirtiéndose la cueva en un lugar de atracción espiritual.
     Cerca de allí había un monasterio que se quedó sin abad, ya que este fallece y le piden a Benito que los guíe. Éste les insiste que no podrá ser por la diversidad de costumbres que él tiene con la que llevan en ese monasterio. Ante tanta insistencia accede. Pero por la disparidad y exigencias de san Benito, y por hechos extremos renuncia, haciéndoles ver que él les había dicho que eran incompatibles en sus formas de vivir monástica. Esta primera experiencia fue en el monasterio ubicado en Vicovaro.
     Se vuelve a su antigua cueva, pero por poco tiempo, ya que  tuvo que acceder a los ruegos de algunos pastores y labriegos de las inmediaciones, quienes, atraídos por la santidad de su vida le suplicaron que fuese su guía espiritual. Su fama se fue propagando y llegó a ser tal la concurrencia de los que iban a seguir su ejemplo. Seguramente Benito se inspiró en la experiencia de otros santos, como San Pacomio, que organizó en grupos más reducidos quienes querían seguir su estilo de vida. Se levantaron hasta doce monasterios en aquellos lugares. La zona de Subiaco se pobló de monasterios guiados por el mismo abad Benito, quien se ocupaba tanto de lo espiritual como lo material de todos.
     Finalmente san Benito dejó los monasterios de Subiaco al cuidado de sus abades respectivos y, en compañía de algunos monjes, se fue a un lugar llamado Cassino, a mitad de camino entre Roma y Nápoles. Allí, en la cima de una colina, construyó un nuevo monasterio, que andando el tiempo se haría famoso bajo el nombre de "Abadía de Montecassino". Esta fundación se realizó en torno al año 519, y algún tiempo después, san Benito redactó la Santa Regla por la que habrían de regirse sus monasterios.
     La idea básica que recoge esta obra es la moderación: una vida simple, una jornada que transcurre entre la celebración de la liturgia de las horas, que ocupaba unas cuatro horas, el trabajo manual, al que se le dedicaban de seis a ocho horas, la lectura, a la que se le debían dedicar otras cuatro horas. Pero el punto central y distintivo de la Regla de san Benito es que se trata de un texto dirigido a monjes que viven en comunidad, en un monasterio, obedeciendo a un abad (el superior) y a la Regla, llevando una vida evangélica, teniendo como guía el Evangelio.
     Falleció alrededor de unos diez años después que redactó la Regla.

Su influencia


     La influencia cultural que san Benito ha ejercido y ejerce en el mundo, es indescriptible.
     Muchas de las obras de grandes maestros que han llegado a nuestras manos se deben al trabajo de monjes copistas benedictinos. Europa entera fue transformada, material y espiritualmente, por los monjes. Por eso varios papas han llamado a san Benito "el padre de Europa".

     La Orden Benedictina es una de las más antiguas que existen. En la actualidad está extendida por todo el mundo. En América Latina la familia monástica está ya bien enraizada en México, Guatemala, Puerto Rico, Haití, Isla de Santa Lucía, Martinica, Trinidad, Colombia, Venezuela, Perú, Chile, Brasil, Uruguay, Argentina, Paraguay y otros países.
     San Benito es ejemplo de una obediencia entera a Dios, en la imitación de Jesucristo. Podríamos decir que su mensaje es el de la primacía de la oración y la disponibilidad para la Obra de Dios, en una vida fraterna, poniendo en práctica el Evangelio.

Oración:


Señor, Dios nuestro, que hiciste del abad san Benito 
un iluminado maestro en la escuela del divino servicio, 
concédenos, por su intercesión, 
que, prefiriendo tu amor a todas las cosas, 
avancemos por la senda de tus mandamientos 
con libertad de corazón.

Por Jesucristo nuestro Señor. Amén

No hay comentarios:

Publicar un comentario