miércoles, 30 de octubre de 2013

El Poder de la Oración


Vigésimo noveno domingo durante el año “C”
19-20 de octubre 2013






La Liturgia  nos ofrece una enseñanza  fundamental: la necesidad de orar siempre, sin cansarse. A veces nos cansamos de orar, tenemos la impresión de que la oración no es tan útil para la vida, que es poco eficaz. Por ello, tenemos la tentación de dedicarnos a la actividad, a emplear todos los medios humanos para alcanzar nuestros objetivos, y no recurrimos a Dios. Jesús, en cambio, afirma que hay que orar siempre, y lo hace mediante una parábola específica ( Lucas 18, 1-8).

En ella se habla de un juez que no teme a Dios y no siente respeto por nadie, un juez que no tiene una actitud positiva, sino que sólo busca su interés. No tiene temor del juicio de Dios ni respeto por el prójimo. El otro personaje es una viuda, una persona en una situación de debilidad. En la Biblia la viuda y el huérfano son las categorías más necesitadas, porque están indefensas y sin medios. La viuda va al juez y le pide justicia. Sus posibilidades de ser escuchada son casi nulas, porque el juez la desprecia y ella no puede hacer ninguna presión sobre él. 

Tampoco puede apelar a principios religiosos, porque el juez no teme a Dios. Por lo tanto, al parecer esta viuda no tiene ninguna posibilidad. Pero ella insiste, pide sin cansarse, es importuna; así, al final logra obtener del juez el resultado. Aquí Jesús hace una reflexión, usando el argumento a fortiori: si un juez injusto al final se deja convencer por el ruego de una viuda, mucho más Dios, que es bueno, escuchará a quien le ruega.

 En efecto, Dios es la generosidad en persona, es misericordioso y, por consiguiente, siempre está dispuesto a escuchar las oraciones. Por tanto, nunca debemos desesperar, sino insistir siempre en la oración.

La conclusión del pasaje evangélico habla de la fe: Pero cuando el Hijo del hombre vuelva, ¿encontrará la fe sobre la tierra? (Lucas 18,8). Es una pregunta que quiere suscitar un aumento de fe por nuestra parte. De hecho, es evidente que la oración debe ser expresión de fe; de otro modo no es verdadera oración. Si uno no cree en la bondad de Dios, no puede orar de modo verdaderamente adecuado. La fe es esencial como base de la actitud de la oración.

Comentario Bíblico


Primera Lectura: Éxodo 17,8-13 


1.1.- Para la tradición hebrea Amalec representa el  adversario por antonomasia, ese que amenaza con aniquilar a Israel.  Apenas liberado de la esclavitud de Egipto Israel debe enfrentar a los amalecitas en su primera batalla como pueblo libre. Se trata de la batalla de un pueblo aguerrido contra un (pueblo-niño) recién nacido a la libertad: Israel. El Israel llegado a la madurez, en su corriente más universalista, incluirá en  la salvación a todos los pueblos, también a Amalec : leer, entre otros testimonios de ello Is 56-66; Jonás; Salmo 87(86).  

Si esto mismo lo enfocáramos desde las vivencias que le tocaron enfrentar a Jesús, podríamos pensar en Herodes  intentando aniquilar al Mesías  recién nacido en Belén. Allí donde en la historia nace el bien, siempre encuentra oposición.

1.2.- El texto del Éxodo nos muestra que para la victoria se necesitan tanto el esfuerzo humano como la ayuda divina. Moisés dijo a Josué: “Elige a algunos de nuestros hombres y ve mañana a combatir contra Amalec. Yo estaré de pie sobre la cima del monte, teniendo en mi mano el bastón de Dios”. Las dos cosas son necesarias: armar un ejército y ponerse a interceder, lo que también es un misterioso combate,  teniendo en cuenta que si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas (Sal 127(126),1; ver 1 Timoteo 6,12).

1.3.- Imagen espléndida y de lo más expresiva, la de los brazos levantados de Moisés: cuando Moisés tenía los brazos levantados, Israel era el más fuerte; pero cuando los dejaba caer, era más fuerte Amalec. No hay duda alguna: empobrecer la oración significa darle alas al mal, permitiéndose tomar fuerza y prevalecer. Es imposible triunfar en la lucha sin cuartel contra el mal sin cultivar el  ‘tener-el-corazón-levantado-hacia-el-Señor’,  refugiándose en el Señor y levantando los ojos hacia Él (Ver Sal 141(140),8 y 123(122),2).

Ni siquiera la oración de una figura tan grande como Moisés alcanza por sí sola: Ahí están Aarón y Hur para que recordemos que son necesarios el esfuerzo y la colaboración de todos. Sin duda que para nada pretendemos ser Moisés, pero al menos podemos y debemos ser como sus dos ayudantes que le sostienen los brazos. La oración es  tarea común de toda la Iglesia que sin descanso se mantiene en oración ante Dios pidiendo que venga el Reino y que seamos librados del mal y del Maligno. Esto exige tanta constancia y perseverancia como la de estas manos que permanecen levantadas hasta la puesta del sol, hasta la victoria total y definitiva, cuando el último enemigo, la muerte, sea vencida, y Dios lo sea todo en todos.


Salmo responsorial: Salmo 120[121], ,1-2. 3-4. 5-6. 7-8.


2.1.- Este salmo forma parte de la colección de "cánticos de las subidas/ascensiones/peregrinación", o sea, de la peregrinación hacia el encuentro con el Señor…. Es un salmo de confianza, pues en él resuena seis veces el verbo hebreo shamar, "guardar, proteger". Dios, cuyo nombre se invoca repetidamente, se presenta como el "guardián" que nunca duerme, atento y solícito, el "centinela" que vela por su pueblo para defenderlo de todo riesgo y peligro. 


2.2.- El canto comienza con una mirada del orante dirigida hacia las alturas, a los montes, es decir, a las colinas sobre las que se alza Jerusalén: desde allá arriba le vendrá la ayuda, porque allá arriba mora el Señor en su templo (…) Nuestra mirada, (…), se vuelve hacia la verdadera altura, hacia el verdadero monte: Cristo. 


2.3.-  Esta confianza está ilustrada en el Salmo mediante la imagen del guardián y del centinela, que vigilan y  protegen. Se alude también al pie que no resbala (v. 3) en el camino de la vida y tal vez al pastor que en el descanso nocturno vela por su rebaño sin dormir ni reposar (v. 4). El pastor divino no descansa en su obra de defensa de su pueblo. 
Luego, en el Salmo, se introduce otro símbolo, el de la sombra, que supone la reanudación del viaje durante el día, a pleno sol (v. 5). El pensamiento se remonta a la histórica marcha por el desierto del Sinaí, donde el Señor camina al frente de Israel de día en columna de nube para guiarlos por el camino (Ex 13, 21). En el Salterio a menudo se ora así: A la sombra de tus alas escóndeme... (Sal 16, 8; ver Sal 90, 1). Aquí también hay un aspecto muy real de nuestra vida. A menudo nuestra vida se desarrolla bajo un sol despiadado. El Señor es la sombra que nos protege, nos ayuda. 


2.4.-. Después del velar y la sombra, viene el tercer símbolo: el del Señor que está a la derecha de sus fieles (Sal 120, 5). Se trata de la posición del defensor, tanto en el ámbito militar como en el procesal: es la certeza de que el Señor no abandona en el tiempo de la prueba, del asalto del mal y de la persecución. En este punto, el salmista vuelve a la idea del viaje durante un día tórrido, en el que Dios nos protege del sol incandescente. Pero al día sucede la noche. En la antigüedad se creía que incluso los rayos de la luna eran nocivos, causa de fiebre, de ceguera o incluso de locura; por eso, el Señor nos protege también durante la noche (v. 6), en las noches de nuestra vida. 

El Salmo concluye con una declaración sintética de confianza. Dios nos guardará con amor en cada instante, protegiendo nuestra vida de todo mal (v. 7). Todas nuestras actividades, resumidas en dos términos extremos: entradas y salidas, están siempre bajo la vigilante mirada del Señor. Asimismo, lo están todos nuestros actos y todo nuestro tiempo, ahora y por siempre (v. 8).


Segunda Lectura: 2ª Carta a  Timoteo 3,14-4,2

3.1.- Pablo exhorta a su discípulo Timoteo a permanecer fiel a la tradición, a lo que ha aprendido de sus familiares judíos (de su madre Eunice y de su abuela Loida, de venerada memoria y recordadas en esta misma carta en 1,5), y a lo que él mismo le ha confiado. Cuando pululan tantos errores y cunde la confusión y las decepciones en la comunidad, Timoteo debe acordarse de la Sagrada Escritura, esto es, de todo el Primer  Testamento que conoce desde su infancia. Pues, cuando se lee con fe y desde la fe en Jesucristo, la Sagrada Escritura es sabiduría de Dios que conduce a la salvación.

3.2.- Los libros de la Sagrada Escritura se consideran "inspirados" (ver 2 Pe 1,21) o escritos bajo el influjo del Espíritu Santo, de manera que Dios es su principal autor. Con todo, la inspiración no debe entenderse como un dictado mecánico que despojaría de espontaneidad y libertad al autor humano, y no explicaría la influencia literaria proveniente del contexto sociocultural.

Según Karl Rahner, decimos que Dios es el autor de la Sagrada Escritura y que ésta ha sido inspirada, por lo mismo que afirmamos que Dios es el protagonista de la historia de salvación y el que funda la Iglesia en Jesucristo. Ni la Iglesia, ni la historia de salvación son posibles sin la Sagrada Escritura; por tanto, en la medida en que Dios quiere y hace la historia de salvación y funda la Iglesia en Jesucristo, es también autor de la Sagrada Escritura que proclama y confirma la fe del pueblo de Dios.

3.3.- El "hombre de Dios" que preside y anima la comunidad de los creyentes, pero también todos los fieles, deben leer con fe la Sagrada Escritura para prepararse a realizar toda obra buena. Esta "obra buena" es aquí, en especial, el cuidado solícito por la fe de la comunidad. Timoteo debe apoyarse en la Escritura para confirmar en la fe a sus hermanos. Esta fórmula (leer 1 Pe 4,5; Hch 10,42) pasará definitivamente al símbolo de la fe, al Credo. Se entiende por "vivos" a cuantos serán sorprendidos en vida por la venida del Señor, la parusía; por "muertos", a los que resucitarán al fin de los tiempos. Unos y otros serán juzgados por el Señor (leer 1 Tes 4,16;1 Cor 15,51s).

Pablo recuerda solemnemente a Timoteo cuál es su misión principal: predicar el evangelio. Lo ha de predicar a tiempo y a destiempo, con toda comprensión y pedagogía, pero sin eludir nunca el riesgo de decir la verdad a todos, por muy amarga que sea: "Reprende, reprocha, exhorta...".

Evangelio: San Lucas 18,1-8  

4.1.- En el Evangelio de este domingo Jesús enseña que es necesario orar siempre sin cansarse ni desanimarse. Jesús en Lucas ya nos había advertido sobre la necesidad de una oración llena de confianza en aquella parábola del amigo inoportuno que insiste hasta obtener lo que pide (Lucas 11,5-8); más adelante, como conclusión del discurso escatológico, volverá a repetir: velen y oren incesantemente, para tener la fuerza de comparecer seguros ante del Hijo del hombre (ver Lucas 21,36).

Esta insistencia, sobre todo como nos la presenta la parábola del juez y de la viuda,  podemos entenderla de manera genérica, como mera  exhortación a la oración, asunto que ya, de por sí, reviste gran importancia. Pero también podemos ir más allá, tratando de comprender con mayor precisión tres cosas de las que habla el texto lucano: cuál podría ser la causa del cansancio y del desánimo que amenazan  la oración, quiénes son los elegidos  y en qué consiste ese hacer justicia.


4.2.- El cansancio acerca del cual se previene está  adecuadamente descrito en la parábola. ¿Cuál sería su causa? ¡Salta a los ojos! La viuda ha buscado tanto que le hagan justicia que, al no lograrlo, corre serios riesgos de dejarse abatir por el pesimismo, resignándose a que jamás  se la hagan.  De ocurrir esto, el mal terminaría por asimilarla y anularla… Esta actitud aniquila y suprime toda oración; como, por el contrario, el persistir orando es el mejor remedio contra la pérdida de perseverancia y de entusiasmo en la oración. Se trata de dos actitudes tan contrarias que se excluyen mutuamente.

4.3.- ¿Quiénes son los elegidos? La parábola de Jesús nos lo insinúa al poner en escena, en el papel de ‘elegida’, a una viuda. ¿Y, qué es lo que la viuda representa? Es fácil de averiguar, ya que en el Primer Testamento es el prototipo,- junto con el huérfano y el extranjero-, del pobre, pequeño e indefenso. Entre tantos textos que se refieren a ellos citemos alguno de los más elocuentes: ¡Ay de los que promulgan decretos inicuos y redactan prescripciones onerosas, para impedir que se haga justicia a los débiles y privar de su derecho a los pobres de mi pueblo, para hacer de las viudas su presa y expoliar a los huérfanos! (Is 10,1-2)
Padre de huérfanos, protector de viudas  Dios vive en su santa morada (Sal 68(67),6). Hasta cuándo Señor,…, triunfarán los culpables…, trituran, Señor a tu pueblo,…, asesinan a viudas y extranjeros, degüellan a los huérfanos, y comentan: “Dios no lo ve, el Dios de Jacob no se entera” (Sal 94(93),3-7).

4.4.- Teniendo el PT como telón de fondo, pensemos en las bienaventuranzas: esta viuda representa al pobre, al que llora, al que tiene hambre y sed de justicia… Pensemos igualmente en el Magníficat: esta viuda representa al humilde y al que tiene hambre. Estos son los elegidos: aquellos que no se dejan engañar por la riqueza (tengan poca, mucha o ninguna), manteniéndose llenos de confianza en Dios y su providencia. Son de los que esperan la salvación de Dios y no de ellos mismos o de sus propias cualidades. 

Es bien sabido que a todo lo largo de la historia existió,- ¡y existe!-, un conflicto y contraposición permanentes entre vencedores y vencidos. Remitiéndonos a aquellos mismos dos textos: el de las bienaventuranzas y del cántico de María, podemos contraponerlos de la siguiente manera: pobres contrapuestos a ricos, hambrientos a saciados, los que lloran  a los que ríen, perseguidos a causa del Reino contrapuestos a los perfectamente integrados al mundo, humildes a soberbios, débiles a poderosos.

Desde el punto de vista de la valoración humana los exitosos y triunfadores son los segundos. Y para peor, parece que Dios no hace justicia. Surge entonces la tentación de “bajar los brazos”, descorazonados, asumiendo el modo de actuar y de pensar de los vencedores. Esto se traduce en cansancio y en carcoma de la oración, en un cáncer según el cual ya no vale la pena rezar, pedir o esperar nada.

4.5.- Sin embargo Dios interviene, nos lo asegura el Evangelio, y hace justicia. ¿De qué manera? No como lo querría nuestra mentalidad exitista. Si mantenemos  este punto de vista tan ‘mundano’ corremos el riesgo de quedar desilusionados. ¿De qué manera entonces? Miremos a Jesús a la luz del justo sufriente del PT y a la luz de las vivencias del mismo Jesús: nadie como él encarna al pobre, al hambriento, al que sufre, al humilde, al perseguido. Jesús ¿es un perdedor o un vencedor? Si nos animamos a salir de nuestras rutinas volveremos a descubrir que la respuesta es difícil, que sólo puede darse desde la fe. Ciertamente que Jesucristo es un triunfador, pero no en el sentido común y corriente. Jesús no es el héroe triunfador. Y, sin embargo es el “León victorioso de la tribu de Judá” (Ap 5,5).









 Creo que,- ¡entre muchas otras razones!-, nuestra madre la Iglesia, nos hace repetir cada atardecer  el Magnificat ,  para que volvamos a fortalecer nuestra fe de que HOY el Padre, como justo Juez, ha intervenido para hacer justicia, pues Él: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos (Lucas 1,51-53).

Para Jesús el problema no consiste en saber si el Padre hace justicia, sino que nos pregunta si poseemos tal fe y tal confianza, para saber si cuando vuelva el Hijo del hombre ¿encontrará fe en nuestra tierra?     
 
¿Esta es la cuestión, este el nudo gordiano! La oración elimina el descorazonamiento y renueva y reanima la fe, convirtiéndose en el lugar de entrenamiento que nos permita volver a elegir a Jesús y los valores de su Evangelio, renovando la confianza de que Dios hace justicia, interviniendo rapidísimamente, en un abrir y cerrar de ojos: hoy, aquí y ahora…, cuestión de ayudarnos mutuamente a no bajar los brazos. 



Los Padres de la Iglesia nos iluminan



La Palabra de Dios nos ha legado una metodología de la oración, mediante la cual expone a sus dignos discípulos que con ahínco y seriedad buscan la ciencia de la oración la forma de conciliarse la atención de Dios a través de las palabras de la oración.

Se aparta de Dios quien no se une a él en la oración. Por tanto, lo primero que deben aprender sobre la oración es esto: que hay que orar siempre sin desanimarse. Pues mediante la oración logramos estar con Dios. Y el que con Dios está, lejos del enemigo está. La oración es el sostén y el escudo de la honestidad, el freno de la ira, el sedante y el control de la soberbia. La oración es el sello de la virginidad, garantía de la fidelidad conyugal, esperanza de los que velan, fertilidad de los agricultores, salvación de los navegantes. Y pienso que aunque nos pasásemos toda la vida conversando con Dios, orando y dándole gracias, estaríamos tan lejos de recompensarlo como se merece, como si en ningún momento hubiéramos abrigado el propósito de remunerar a nuestro bienhechor.


El tiempo extenso se divide en tres partes: pasado, presente y futuro. En cada uno de estos tres tiempos se descubren los beneficios del Señor. Si consideras el presente, por él vives; si el futuro, él es para ti la esperanza de lo que esperas; si el pasado, no existirías si previamente él no te hubiera creado. Tu mismo nacimiento es un don divino. Y una vez nacido te ves rodeado de bienes, ya que, como dice el Apóstol, en él tienes la vida y el movimiento. La esperanza de los bienes futuros pende de la misma eficacia. Tú eres únicamente dueño del presente. Por eso, aunque te pases la vida entera dando gracias a Dios, apenas si cubrirás la gracia del tiempo presente: ya que en el entretanto eres incapaz de excogitar la manera de compensar las deudas del tiempo futuro.


Y nosotros, que tan lejos estamos de poder ofrecer una adecuada acción de gracias, no demostramos ni siquiera la gratitud de alma que nos es posible, pues no dedicamos a la llamada de Dios, no digo ya toda la jornada, pero es que ni una mínima parte del día. ¿Quién ha devuelto el prístino esplendor a la imagen de Dios deslucida en mí por el pecado? ¿Quién me conduce a la primitiva felicidad, a mí expulsado del paraíso, privado del árbol de la vida y arrojado al báratro de una vida material?


No hay ningún sensato, dice la Escritura. Porque si realmente reflexionásemos sobre estas realidades, tributaríamos a Dios, a lo largo de nuestra vida, una acción de gracias continuada y asidua. En cambio, ahora una gran mayoría del género humano está totalmente absorbida por preocupaciones exclusivamente materiales.
Pero ha llegado el momento de considerar la sentencia relativa a la cantidad de palabras que, en la medida de lo posible, deben integrar la oración. Pues es evidente que, si diéremos con la fórmula adecuada de presentar la petición, nos sería dado conseguir lo que quisiéramos. Y ¿cuál es la normativa a este respecto? Cuando recen —dice—no usen muchas palabras como los paganos, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso.




 Benedicto XVI, Homilía 17-10-2013. Extractos.
 ¡Se trata nada más y nada menos que de los descendientes de Esaú, el hermano al que Jacob-Israel le ‘robó’ la primogenitura! Leer Gen 36,12; Núm. 13,29; Sal 83(82).
 Preferimos traducir este versículo más literalmente que la versión del leccionario.
 Los Padres han visto perfectamente realizada en Jesucristo crucificado, con los brazos clavados y en permanente intercesión, la imagen prefigurada por un Moisés intercediendo con los brazos levantados.
 Benedicto XVI, Audiencia General del 04-05-2005. Acortada y adaptada

 Eucaristía 1989,48. Adaptado de www.mercaba.org
 Para quien desee profundizar en el tema aducimos en esta nota otros textos, como Ez 22,7 y Jb 24,3; Es importante subrayar que en el PT Dios en persona es el Juez justo que sale en defensa del extranjero, del huérfano,  y de la viuda: Ex 22,21-23; Dt 10,18; Sir 35,21 ss y Sal 68(67),6 con Sal 146(145),9. Jueces inicuos son figuras típicas en la Escritura, ver Mi 7,3; Dt 16,18-20 y Sal 82(81).
 San Gregorio de Nisa, Sobre el Padrenuestro, PG 44,1119. 1123-1126. De san Gregorio de Nisa, ignoramos la fecha del nacimiento (no antes del 331) y de su muerte, pues perdemos su rastro tras el 394. Fueron su madre y, aún más, su abuela Macrina y su hermana mayor, Macrina la Joven, quienes transmitieron a Gregorio el legado de la fe. Sabemos asimismo que Basilio, su hermano, guió sus estudios. Gregorio ejerció por un tiempo la función eclesiástica de lector y debió pasar temporadas con los miembros de su familia que habían abrazado la vida monástica. Sin embargo abandonó el lectorado para dedicarse a la enseñanza de la retórica. Se discute si contrajo matrimonio con una tal Teosebia o ésta fue una hermana pequeña que vivió con él hasta su muerte. Sus confidencias en el “Tratado sobre la virginidad” sugieren que sí estaba casado. Su hermano Basilio, lo reintegró en el servicio eclesiástico al ordenarlo obispo. Gregorio, pese a sus dudas, recibió la ordenación episcopal para la sede de Nisa (Asia Menor) en el 372.   



sábado, 20 de julio de 2013

Abrahán y "Los Tres Ángeles"







Introducción


0.1.-Los textos bíblicos de este domingo (la 1ª Lectura y el Evangelio) nos regalan la certeza que el Señor-Dios gusta de venir  a visitarnos. En tiempo de los patriarcas visita a sus amigos Abrahán y Sara, prometiéndoles lo que desde siempre anhelaron y que  humanamente, es imposible, llenándoles la vida de alegría y la boca de risa; Tan profunda y permanente será el efecto de esa alegría que lo eternizarán en el nombre que le pondrán al anhelado hijo de la promesa  del hijo: ¡Isaac: “Dios nos ha hecho [son]-reír”! (Gen 17,17), a esa misma sonrisa de alegría alude Jesús en el Evangelio de Juan cuando afirma: Abrahán, su padre, vio mi día y se llenó de regocijo pensando ver mi Día, lo vio y sonrió (Jn 8,56), mostrándonos que él es el Isaac de la promesa, la Buena Noticia de la “visita” de Dios. A su vez el Evangelio nos señala lo único necesario cuando el Señor se acerca a “visitarnos”…

0.2.-La reflexión de los Apóstoles es muy clara. (…) [Ellos] dicen: No nos parece bien descuidar la Palabra de Dios para ocuparnos del servicio de las mesas. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y les encargaremos esta tarea. Nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la Palabra  (Hch 6, 2-4).  La Iglesia no sólo debe anunciar la Palabra, sino también realizar la Palabra, que es caridad y verdad. Y, en segundo lugar, estos [siete] hombres, [elegidos para ejercer la caridad], no sólo deben gozar de buena fama, sino que además deben ser hombres llenos de Espíritu Santo y de sabiduría, es decir, no pueden ser sólo organizadores que saben «actuar», sino que deben «actuar» con espíritu de fe a la luz de Dios, con sabiduría en el corazón; y, por lo tanto, también su función —aunque sea sobre todo práctica— es una función espiritual. La caridad y la justicia no son únicamente acciones sociales, sino que son acciones espirituales realizadas a la luz del Espíritu Santo. Así pues, podemos decir que los Apóstoles afrontan esta situación con gran responsabilidad, tomando una decisión: se elige a siete hombres de buena fama, los Apóstoles oran para pedir la fuerza del Espíritu Santo y luego les imponen las manos para que se dediquen de modo especial a esta diaconía de la caridad.                                               

0.3.-Así, en la vida de la Iglesia, en los primeros pasos que da, se refleja, en cierta manera, lo que había acontecido durante la vida pública de Jesús, en casa de Marta y María, en Betania. Marta andaba muy ocupada con el servicio de la hospitalidad que se debía ofrecer a Jesús y a sus discípulos; María, en cambio, se dedica a la escucha de la Palabra del Señor (cf. Lc 10, 38-42). En ambos casos, no se contraponen los momentos de la oración y de la escucha de Dios con la actividad diaria, con el ejercicio de la caridad. La amonestación de Jesús: Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; sólo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada (Lc 10, 41-42), así como la reflexión de los Apóstoles: Nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la Palabra (Hch 6,4), muestran la prioridad que debemos dar a Dios. No quiero entrar ahora en la interpretación de este pasaje de Marta y María. En cualquier caso, no se debe condenar la actividad en favor del prójimo, de los demás, sino que se debe subrayar que debe estar penetrada interiormente también por el espíritu de la contemplación. Por otra parte, san Agustín dice que esta realidad de María es una visión de nuestra situación en el cielo; por tanto, en la tierra nunca podemos tenerla completamente, sino sólo debe estar presente como anticipación en toda nuestra actividad. Debe estar presente también la contemplación de Dios. No debemos perdernos en el activismo puro, sino siempre también dejarnos penetrar en nuestra actividad por la luz de la Palabra de Dios y así aprender la verdadera caridad, el verdadero servicio al otro, que no tiene necesidad de muchas cosas —ciertamente, le hacen falta las cosas necesarias—, sino que tiene necesidad sobre todo del afecto de nuestro corazón, de la luz de Dios.  San Ambrosio, comentando el episodio de Marta y María, exhorta así a sus fieles y también a nosotros: «Tratemos, por tanto, de tener también nosotros lo que no se nos puede quitar, prestando a la Palabra del Señor una atención diligente, no distraída: sucede a veces que las semillas de la Palabra celestial, si se las siembra en el camino, desaparecen. Que te estimule también a ti, como a María, el deseo de saber: esta es la obra más grande, la más perfecta». Y añade que «ni siquiera la solicitud del ministerio debe distraer del conocimiento de la Palabra celestial», de la oración (Expositio Evangelii secundum Lucam, VII, 85: PL 15, 1720). Los santos, por lo tanto, han experimentado una profunda unidad de vida entre oración y acción, entre el amor total a Dios y el amor a los hermanos. San Bernando, que es un modelo de armonía entre contemplación y laboriosidad, en el libro De consideratione, dirigido al Papa Inocencio II para hacerle algunas reflexiones sobre su ministerio, insiste precisamente en la importancia del recogimiento interior, de la oración para defenderse de los peligros de una actividad excesiva, cualquiera que sea la condición en que se encuentre y la tarea que esté realizando. San Bernardo afirma que demasiadas ocupaciones, una vida frenética, a menudo acaban por endurecer el corazón y hacer sufrir el espíritu (cf. II, 3).


Comentario Bíblico


Primera Lectura: Génesis 18,1-10

1.1.-  La lectura nos relata como Dios  sale al encuentro de los seres humanos para traerles una Buena Noticia, capaz de transfigurar sus vidas. Subrayemos, además, que la visita es pura iniciativa de Dios. Abrahán está sencillamente sentado a la entrada de su carpa,- ¡y para mejor a la hora de más calor!-. Levanta la vista y ve a tres ‘hombres’ de pie ante él. Sin que nada pudiera preparar o anticipar;  allí están, ante él. Abrahán se siente en la “obligación” de dar una respuesta, respuesta hospitalaria que le brota espontanea y llena de solicitud. El relato, nos pinta a un Abrahán que sale corriendo a su encuentro, mostrando a continuación, mediante una serie de expresiones, la prontitud y la premura del patriarca: ante el ‘paso’ de Dios no hay tardanza ni dilación posibles…

1.2.- Descubrimos, agradablemente sorprendidos, que Abrahán como buen “trashumante de modales medio orientales”,  hasta ruega y  pide que le den el honor de hospedarse, y lo hace con una hermosa oración que todos podemos hacer nuestra: Señor mío, te ruego que no pases de largo….  El anciano patriarca pone las premisas para que este encuentro no sea una simple cercanía externa, sino un contacto profundo. Abrahán hace todo lo que está a su alcance para ofrecerles a los “tres” su hospitalidad generosa, poniéndose él y todo lo suyo, a su disposición; una vez preparado el agasajo, permanece de pie ante ellos, en silencio y en actitud servicial.  Es el Señor-Dios quien retoma ahora la iniciativa anunciándoles la buena noticia de la maternidad de Sara, ardientemente anhelada y deseada, pero a la cual se había renunciado por ser humanamente imposible….

1.3.- Nuestra vida es el lugar del paso, de la visita de Dios. Encuentro que es imposible auto-fabricarse, para el cual, sin embargo, es indispensable disponerse, anhelarlo y deseándolo con perseverancia.
Cada visita de Dios nos abre al profundo misterio de nuestra existencia, revelándonos lo que es nuestro más íntimo deseo. Aquel que casi siempre está escondido en lo más recóndito de nuestra persona, desconocido, y, a veces, hasta temido, el cual surge a la luz, tal y como salió Lázaro (el hermano de Marta y María) del sepulcro, llamado por la presencia y la promesa de los Tres. La alegría de Abrahán y de Sara no es únicamente para ellos (una multitud será bendecida a través suyo, bendición que canta María en el Magníficat, como cumplida en Jesús…); tampoco nuestro encuentro y nuestra alegría pueden ser para deleitarnos con un gozo egoísta. Dios no puede manifestarse allí donde hay distracción, negligencia o egoísmo, hay que apresurarse a recibirlo, como Zaqueo (Lc 19,6). Y no es que el Señor necesite de nuestras cosas, “Él nos ha rogado que le demos, para poder darnos muchísimo más” afirma san Efrén, el arpa del Espíritu Santo. Hagamos nuestra la oración de Abrahán  repitiéndola cada día:
Salmo Responsorial: Salmo 14[15],2-5

2.1.-Los estudiosos de la Biblia clasifican con frecuencia el salmo 14, como parte de una "liturgia de entrada". Como sucede en algunas otras composiciones del Salterio (por ejemplo, los salmos 23, 25 y 94), se puede pensar en una especie de procesión de fieles, que llega a las puertas del templo de Sión para participar en el culto. En un diálogo ideal entre los fieles y los levitas, se delinean las condiciones indispensables para ser admitidos a la celebración litúrgica y, por consiguiente, a la intimidad divina. 
En efecto, por una parte, se plantea la pregunta: Señor, ¿quién puede hospedarse en tu carpa y habitar en tu monte santo? (Sal 14,1). Por otra, se enumeran las cualidades requeridas para cruzar el umbral que lleva a la "carpa", es decir, al templo situado en el monte santo de Sión. Las cualidades enumeradas son once y constituyen una síntesis ideal  de  los compromisos morales fundamentales recogidos en la ley bíblica  (vv. 2-5). 


2.2.-En las fachadas de los templos egipcios y babilónicos a veces se hallaban grabadas las condiciones requeridas para el ingreso en el recinto sagrado. Pero conviene notar una diferencia significativa con las que sugiere nuestro salmo. En muchas culturas religiosas, para ser admitidos en presencia de la divinidad, se requería sobre todo la pureza ritual exterior, que implicaba abluciones, gestos y vestiduras particulares. 
En cambio, el salmo 14 exige la purificación de la conciencia, para que sus opciones se inspiren en el amor a la justicia y al prójimo. Por ello, en estos versículos se siente vibrar el espíritu de los profetas, que con frecuencia invitan a conjugar fe y vida, oración y compromiso existencial, adoración y justicia social (cf. Is 1,10-20; 33,14-16; Os 6, 6; Mi 6, 6-8; Jr 6,20). 


Escuchemos, por ejemplo, la vehemente reprimenda del profeta Amós, que denuncia en nombre de Dios un culto alejado de la vida diaria: Yo detesto, desprecio sus fiestas; no me gusta el olor de sus reuniones solemnes. Si me ofrecen holocaustos, no me complazco en las oblaciones d ustedes, ni miro sus sacrificios de comunión de novillos cebados. (...) ¡Que fluya, sí, el juicio como agua y la justicia como arroyo perenne! (Am 5,21-24). 


2.3.-Veamos ahora los once compromisos enumerados por el salmista, que podrán constituir la base de un examen de conciencia personal cuando nos preparemos para confesar nuestras culpas a fin de ser admitidos a la comunión con el Señor en la celebración litúrgica. 
Los tres primeros compromisos son de índole general y expresan una opción ética: seguir el camino de la integridad moral, de la práctica de la justicia y, por último, de la sinceridad perfecta al hablar (v. 2). 
Siguen tres deberes que podríamos definir de relación con el prójimo: eliminar la calumnia de nuestra lengua, evitar toda acción que pueda causar daño a nuestro hermano, no difamar a los que viven a nuestro lado cada día (v. 3). 

Viene luego la exigencia de una clara toma de posición en el ámbito social: considerar despreciable al impío y honrar a los que temen al Señor. 
Por último, se enumeran los últimos tres preceptos para examinar la conciencia:  ser fieles a la palabra dada, al juramento, incluso en el caso de que se sigan consecuencias negativas para nosotros; no prestar dinero con usura, delito que también en nuestros días es una infame realidad, capaz de estrangular la vida de muchas personas; y, por último, evitar cualquier tipo de corrupción en la vida pública, otro compromiso que es preciso practicar con rigor también en nuestro tiempo (v. 5). 


2.4.-Seguir este camino de decisiones morales auténticas significa estar preparados para el encuentro con el Señor. También Jesús, en el Sermón de la montaña, propondrá su propia "liturgia de ingreso" esencial:  Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y anda primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda (Mt 5,23-24). Nuestra plegaria concluye afirmando que quien actúa del modo indicado por el salmista nunca fallará (v. 5).
San Hilario de Poitiers, Padre y Doctor de la Iglesia del siglo IV, comenta así esta afirmación final del salmo, relacionándola con la imagen inicial de la carpa del templo de Sión:

“Quien obra de acuerdo con estos preceptos, se hospeda en la tienda, habita en el monte. Por tanto, es preciso guardar los preceptos y cumplir los mandamientos.
Debemos grabar este salmo en lo más íntimo de nuestro ser, escribirlo en el corazón, anotarlo en la memoria. Debemos confrontarnos de día y de noche con el tesoro de su rica brevedad. Y así, adquirida esta riqueza en el camino hacia la eternidad y habitando en la Iglesia, podremos finalmente descansar en la gloria del cuerpo de Cristo".



Segunda Lectura: Colosenses 1,24-28


3.1.- San Pablo nos introduce aquí en una terminología a la que no estamos demasiado habituados. Para nosotros, misterio es “lo oculto”, aquello que no podemos ver ni comprender. De hecho, cuando nos referimos a asuntos religiosos, tendemos a incluirlos entre lo que llamamos "misterios". Así, cuando oímos hablar de los "misterios de Cristo", tendemos a entender estas palabras aplicándolas a algunos aspectos de Cristo que no podemos comprender fácilmente, como por ejemplo el de la presencia real eucarística. Pero en San Pablo y en su lenguaje teológico, misterio es todo lo contrario. Se trata del plan de salvación de Dios, oculto desde antiguo y que ahora nos ha sido revelado para que podamos participar en él. En última instancia el misterio es Cristo mismo, presente entre nosotros y esperanza de la gloria.                                                                                                                                                     

3.2.- Cuando  Pablo escribe esta carta está en la prisión. Pero sus sufrimientos no le quitan la alegría porque los soporta por la Iglesia. No se trata de una mera actitud moral, sino que la sobrepasa. No hay duda de que los sufrimientos de Cristo son eficaces y, en sí mismos, nada necesitan para ser completados. Pero el Cuerpo de Cristo está inacabado, está en continua construcción; en lo que san Pablo participa con sus sufrimientos es en los sufrimientos de Cristo en cuanto esparcidos por su Cuerpo que es la Iglesia. La Iglesia se dedica por completo a realizar más y más plenamente el plan de Dios. Pablo, como ministro elegido por Dios, está vinculado íntimamente a este trabajo de construcción que completa lo que falta a la pasión de Cristo, es decir, la construcción de su Iglesia. Su ministerio en relación con esa construcción es doble: ministerio del sufrimiento y ministerio del anuncio del Evangelio.                                                                                                                                 

El misterio, oculto desde antiguo y revelado ahora, en la persona de Jesucristo, trabaja actualmente al mundo y lo conduce a su perfección. Es el objetivo de todo apostolado: llevar al hombre a su perfección en Cristo, es decir, llevarlo a un equilibrio que le permita llevar, en Cristo, el sufrimiento en favor del crecimiento de la Iglesia.


Evangelio: san Lucas 10,38-42  


4.1.- Si nos quedáramos únicamente con la parábola del buen samaritano (la del domingo pasado: Lc 10, 25-37) podríamos deducir que lo único  necesario es amar al prójimo. ¿Es cierto? Sí, pero siempre que se puntualice algo importante. Y dicha puntualización nos la ofrece el evangelio de este domingo. Jesús ha entrado en casa de Marta y María. Marta se ocupa y multiplica en sus quehaceres. María, sentada a los pies del Señor, escucha su palabra. Ante la protesta de Marta, Jesús ha formulado una sentencia decisiva: Marta, Marta, te inquietas y te agitas por muchas cosas, y sin embargo, pocas cosas, o más bien, una sola es necesaria (10, 41-42).                                                                                                                                                      

4.2.- La enseñanza esencial de este episodio de Marta y María se encuentra en las palabras de Jesús: una sola cosa es necesaria. La cosa realmente necesaria es la que hace María: sentarse a los pies del Maestro y escucharlo. María es aquí la imagen del buen discípulo: en Israel ser discípulo significa saber escuchar (Escucha Israel, el Señor tu Dios es Único). Ser discípulo de Jesús significa exactamente eso: escucharlo. 
Escuchar es señal de amor, de atención prestada al otro, a lo que es, a lo que tiene que decirme; escuchar equivale a crear en nuestro interior un espacio abierto y acogedor para la otra persona. A la inversa, no escuchar significa desinterés por el otro… Si escucho al otro significa que es importante para mí, que me interesa entrar en su mundo, en su misterio.                 

4.3.- Todo esto es válido para las relaciones interpersonales y para la relación con el Maestro. Nuestro texto señala de manera muy clara y concreta la actitud, el obstáculo principal, que impide escucharlo: el andar sin resuello e inquietos, ocupados en multitud de asuntos, asuntillos y asuntejos. Todo esto impide estar a la escucha al modo de María de Betania. La manera como impostamos y organizamos nuestra vida tiene como inexorable resultado dejar, o no dejar, espacio para la escucha. Es importante preguntarse: ¿En mi vida concreta, hay espacio para la escucha?                                                                                                                       
Marta simboliza ese trabajo repetido y agobiante que nos hace esclavos y no permite que tengamos tiempo de escuchar el gran misterio de Dios que nos rodea. María, en cambio, es la que atiende a la Palabra. Ciertamente deberá actuar, pero su obra no será un hacer desnudo, sino un ponerse amorosamente a cumplir lo escuchado: el que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él (Jn 14,21).                                                                                                                   
4.4.- Recordemos que es justo y necesario situarse sobre el trasfondo de experiencia del Primer Testamento. Contrariamente al mundo griego, en Israel no se aprecia el ideal de la pura contemplación filosófica y tampoco se desprecia el trabajo manual, considerándolo cosa de esclavos y de mujeres. Aunque sólo fuera por eso, resulta imposible interpretar a María como expresión de una cierta mística, que dejando el despreciable mundo de las cosas (lo sensible) se preocupa de ahondar en lo divino. Conocer a Dios implica en Israel  escuchar la palabra y llevarla a la práctica. Sólo desde aquí se entiende el mensaje radical de nuestro texto. María es la que atiende a Jesús. El creyente judío escucha la voz que Dios le ha transmitido por la Ley para cumplirla ‘HOY’ (ojalá escuchen hoy la voz del Señor Sal 95,7d y Heb 3,7-4,11), el cristiano, del cual es figura perfecta María de Betania,  descubre esa Palabra  en Jesucristo. Por eso la actitud de María no es la de un místico que sube hacia Dios, sino la de una creyente atenta a la Palabra que ha “bajado”, se ha “anonadado” y la está ‘visitando’…. Pues bien, para que esa escucha sea auténtica se debe traducir en la práctica de vida del hoy, es decir, en el amor al prójimo tal y como está ejemplificado en la parábola del buen samaritano. Marta, en cambio, ocupada en sus cosas no ha descubierto la voz de Dios, que le ha llegado en Jesucristo.                                                                                                                                              

4.5.- Desde aquí pueden esbozarse tres importantes conclusiones:

a) La primera se refiere simplemente al sexo de María. En el contexto social de Israel, la mujer era consideraba como un creyente de segunda; no tomaba parte activa en el culto de la sinagoga ni se podía dedicar ‘oficialmente’ a la escucha, estudio y cultivo de la Ley. Nuestro pasaje refleja una actitud totalmente distinta. El ejemplar tipo del auténtico cristiano (que escucha y cumple la palabra de Jesús) toma cuerpo en la figura femenina de María.
b) Para que sea auténtica, la acción del creyente (el amor al prójimo) tiene que estar fundamentada en la escucha de la Palabra, es decir, en la aceptación del misterio del amor de Dios que se refleja en Cristo. Sólo porque Dios me ha revelado toda la fuerza de su amor, me puedo convertir en fuente de amor para los demás (Dios nos amó primero…).
c) Una vez dicho lo anterior, podemos añadir que la "escucha de Jesús" puede venir a determinar un tipo de existencia cristiana que profundiza especialmente en el don de la fe. Ese es el fundamento de la contemplación bíblica y cristiana, que no está basada en un proceso ascensional de la mente que tiende hacia Dios, sino en la auténtica obediencia del que escucha la Palabra y vive inmerso en el gozo y exigencia que ella nos produce: Dichosa tú que has creído lo que te ha dicho el Señor.


Los Padres de la Iglesia nos iluminan


Marta y María eran dos hermanas, unidas no sólo por su parentesco de sangre, sino también por sus sentimientos de piedad; ambas estaban estrechamente unidas al Señor, ambas lo servían durante su vida mortal con idéntico fervor. Marta lo hospedó, como se acostumbra a hospedar a un peregrino cualquiera. Pero, en este caso, era una sirvienta que hospedaba a su Señor, una enferma al Salvador, una creatura al Creador. (…) Así, pues, el Señor fue recibido en calidad de huésped, él, que vino a los suyos y los suyos no lo recibieron; pero a cuantos lo recibieron dio poder de llegar a ser hijos de Dios, adoptando a los servidores y convirtiéndolos en hermanos, redimiendo a los cautivos y convirtiéndolos en coherederos. Pero que nadie de ustedes diga: “Felices los que pudieron hospedar al Señor en su propia casa” (...) Por lo demás, tú, Marta —dicho sea con tu permiso, y bendita seas por tus buenos servicios—, buscas el descanso como recompensa de tu trabajo. Ahora estás ocupada en los mil detalles de tu servicio, quieres alimentar unos cuerpos que son mortales, aunque ciertamente son de santos; pero ¿acaso, cuando llegues a la patria celestial, hallarás peregrinos a quienes hospedar, hambrientos con quienes partir tu pan, sedientos a quienes dar de beber, enfermos a quienes visitar, peleados a quienes poner en paz, muertos a quienes sepultar? Todo esto allí ya no existirá; allí sólo habrá lo que María ha elegido: allí seremos nosotros los alimentados, allí no tendremos que alimentar a los demás. Por eso, allí alcanzará su plenitud y perfección lo que aquí ha elegido María, la que recogió las migajas de la mesa opulenta de la palabra del Señor. ¿Quieres saber lo que allí ocurrirá? Dice el mismo Señor, refiriéndose a sus servidores: Les aseguro que él mismo recogerá su túnica, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos.                                                                                                                                                 
  En estas mujeres están representadas las dos vidas: la presente y la futura, la trabajosa y la  descansada, la necesitada y la bienaventurada, la temporal y la eterna. (…)  Estaban, pues, en aquella casa las dos vidas y la fuente misma de la vida: en Marta la imagen de lo presente, en María la imagen de lo que está por venir. Lo que Marta hacía, eso somos aquí; lo que María hacia, es lo que esperamos  allí. 
                                                                                                                   
  El trabajo pasa y el descanso permanece, pero sólo se llega al descanso mediante el trabajo. La nave pasa y llega a puerto, llega a la patria, pero sólo se llega a la patria gracias a la nave. Que estemos embarcados en una travesía, lo sabemos con sólo mirar las olas y las tormentas de este tiempo. Y yo estoy persuadido de que no nos hundimos, gracias a que nos lleva el madero de la cruz.                                                                                                                                                         

 Había llegado (María) a aquella unidad que le permitía contemplar la dulzura del Señor. Sin embargo, en la noche de este tiempo, nosotros no podemos eso todavía. [Lo mismo que san Pablo, decimos]: Todavía sigo, todavía camino, todavía estoy de viaje, todavía tiendo hacia adelante, aún no he llegado a la meta.  (...) El destino del cristiano en este mundo es el destino de Marta, que servía al Señor necesitado, todavía  necesitado, en sus [hermanos], los más pequeños, del servicio de los seres humanos.













viernes, 19 de julio de 2013

Principio Divino





"Creo en un Principio Divino Universal la raíz de -TODO-, del que que todo procede y en el que todo será absorbido al final del Gran Ciclo del  Ser"

Antes de que el Alma pueda oír, es menester que la imagen se vuelva tan sorda a los rugidos como a los susurros, a los llamados de los elefantes furiosos , como el zumbido argentino de la dorada mosca de fuego.

Llamamos a nuestro "Padre en el Cielo" a aquella deifrica esencia que reconocemos en nosotros, con nuestro corazón y conciencia espiritual, y que nada tiene que ver con el concepto antropomorfico que podemos formar en nuestro cerebro y en nuestra imaginación. "¿No sabéis que sois el Templo de Dios y que en nosotros sin embargo  habita el Espíritu de Dios?."

Evite el hombre antropomorfizar a aquella esencia que esta en nosotros. No diga un teósofo, si quiere servir a la verdad  divina y no a la humana, que ese "Dios en secreto" escucha al hombre finito, lo es distinto de Él mismo o de  la esencia infinita, porque  todos son uno.

Antes que el Alma sea capaz de comprender y reconocer, debe estar unida con ÉL.

H.P.B